Después de nuestro primer curso en el Seminario Menor, un poco intenso pero muy bonito y con muchas sorpresas, los seminaristas menores, después de la Convivencia de los Monaguillos que se celebra todos los años a mediados de Julio, nos fuimos a nuestros pueblos, ya con nuestras familias, para pasar unos dos meses juntos de verano, de relación y sobre todo de reflexión.
Digo “reflexión” porque pueden ser muchas las dudas a nuestra temprana edad, por lo que la actividad que más falta nos hizo fue la Eucaristía y la oración personal con Jesús.
Los seminaristas vivimos el verano como unos jóvenes normales, por lo que ayudamos a nuestra familia en todo lo que podemos, estudiamos también para terminar de aprobar todo el curso, nos relacionamos con nuestros amigos, y, sobre todo, nos acercamos más a nuestra Parroquia, hacemos la Oración con nuestro párroco, igual que la Eucaristía de todos los días, para que así nos conozcamos un poco mejor en esta tarea.
Los seminaristas vivimos el verano como unos jóvenes normales, por lo que ayudamos a nuestra familia en todo lo que podemos, estudiamos también para terminar de aprobar todo el curso, nos relacionamos con nuestros amigos, y, sobre todo, nos acercamos más a nuestra Parroquia, hacemos la Oración con nuestro párroco, igual que la Eucaristía de todos los días, para que así nos conozcamos un poco mejor en esta tarea.
Lo que más nos suele gustar del verano son nuestras fiestas patronales, en las que disfrutamos mucho con nuestros amigos más queridos y con nuestras familias.
En resumen, son unas vacaciones normales pero llenas de muchas cosas interesantes y alegres.
Que Jesús, nuestro Señor, nos bendiga a todos para que todos paséis un buen curso. GRACIAS.
Pepe Navarrete Ochoa
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