Hace poco fui a Misa.
Sentía una necesidad de ir a la Iglesia
y saludar a Jesús,
de participar de la Eucaristía.
Me encontré con un sacerdote diferente.
Celebraba la Misa con una particular devoción.
Me impresionó cuando elevó
las especies consagradas
y las miraba con tal cariño,
con una ternura tan grande y profunda,
que te llegaba al alma.
La Misa continuó
y nos sentimos transportados al Paraíso,
en la presencia de Jesús.
Cuando terminó, fui a la sacristía,
y le dije emocionado:
– “Gracias... por ese amor
y delicadezas con el buen Jesús,
por su amor a Jesús Sacramentado”.
Me tomó de las manos agradecido.
Sonrió y me dijo algo que nunca olvido:
– “Rece mucho por mí”.
En ese momento pensé:
“¿Cómo un hombre santo
me pide que rece por él?”
A menudo reflexiono en ello:
“Rezar por los sacerdotes”.
Comprendí que se parecen tanto a nosotros.
Y, a la vez, son tan diferentes.
Tienen algo de sagrado,
un Cristo metido en sus almas,
que nos ve a través de ellos
y nos bendice y nos perdona.
Pienso también en su gran lucha espiritual.
Son los más atacados y golpeados.
Por los que no les comprenden.
Por los que hablan mal de ellos.
¿Te has dado cuenta?
Cargan con sus problemas y con los nuestros.
Es justo que también lleven, en sus almas,
nuestras oraciones y nuestro afecto.
Siempre he tenido un cariño muy particular
por los sacerdotes, sin importar su carácter,
su raza o su idioma.
Me han dado los mejores consejos.
Han estado presentes en los momentos
más importantes de mi vida.
Y he tenido la gracia de conocer
y cultivado la amistad de algunos.
Qué bueno saber que aún hay almas
que se atreven a vivir el Evangelio,
a escuchar el llamado de Jesús.
Hay que ser valientes, decididos,
y tener una confianza grande
en la voluntad del Padre.
Abandonarse en sus brazos.
Esto es un sacerdote:
un Cristo en la tierra.
Pidamos por ellos,
para que Dios, en su bondad infinita,
les preserve de todo mal
y los haga crecer en santidad.
¿Eres sacerdote? Gracias.
Gracias, por tu entrega.
Gracias por tu amor a Jesús Sacramentado.
Por tu fidelidad.
Por enseñarnos el camino.
Dios te bendiga.
Sentía una necesidad de ir a la Iglesia
y saludar a Jesús,
de participar de la Eucaristía.
Me encontré con un sacerdote diferente.
Celebraba la Misa con una particular devoción.
Me impresionó cuando elevó
las especies consagradas
y las miraba con tal cariño,
con una ternura tan grande y profunda,
que te llegaba al alma.
La Misa continuó
y nos sentimos transportados al Paraíso,
en la presencia de Jesús.
Cuando terminó, fui a la sacristía,
y le dije emocionado:
– “Gracias... por ese amor
y delicadezas con el buen Jesús,
por su amor a Jesús Sacramentado”.
Me tomó de las manos agradecido.
Sonrió y me dijo algo que nunca olvido:
– “Rece mucho por mí”.
En ese momento pensé:
“¿Cómo un hombre santo
me pide que rece por él?”
A menudo reflexiono en ello:
“Rezar por los sacerdotes”.
Comprendí que se parecen tanto a nosotros.
Y, a la vez, son tan diferentes.
Tienen algo de sagrado,
un Cristo metido en sus almas,
que nos ve a través de ellos
y nos bendice y nos perdona.
Pienso también en su gran lucha espiritual.
Son los más atacados y golpeados.
Por los que no les comprenden.
Por los que hablan mal de ellos.
¿Te has dado cuenta?
Cargan con sus problemas y con los nuestros.
Es justo que también lleven, en sus almas,
nuestras oraciones y nuestro afecto.
Siempre he tenido un cariño muy particular
por los sacerdotes, sin importar su carácter,
su raza o su idioma.
Me han dado los mejores consejos.
Han estado presentes en los momentos
más importantes de mi vida.
Y he tenido la gracia de conocer
y cultivado la amistad de algunos.
Qué bueno saber que aún hay almas
que se atreven a vivir el Evangelio,
a escuchar el llamado de Jesús.
Hay que ser valientes, decididos,
y tener una confianza grande
en la voluntad del Padre.
Abandonarse en sus brazos.
Esto es un sacerdote:
un Cristo en la tierra.
Pidamos por ellos,
para que Dios, en su bondad infinita,
les preserve de todo mal
y los haga crecer en santidad.
¿Eres sacerdote? Gracias.
Gracias, por tu entrega.
Gracias por tu amor a Jesús Sacramentado.
Por tu fidelidad.
Por enseñarnos el camino.
Dios te bendiga.
Claudio de Castro
Catholic.net
muy pocas veses nos damos cuenta de que por medio de los saserdotes nos habla DIOS y su HIJO JESUS pero cuando llega ese momento las palabras sobran porq el gozo es mas grande.
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