Esta
Semana Santa ha sido la primera o la segunda que cada uno de nosotros hemos vivido
como seminaristas y por ello es bueno que comentemos cómo nos ha ido este
tiempo tan fundamental en la vida de un cristiano.
Para
empezar, la Semana Santa significa para nosotros alegría por ver a nuestros
seres queridos (ya que son unos días de vacaciones) pero también un pesar, el
de que Jesús va a morir por nosotros. Los seminaristas desde nuestros pueblos
hemos intentado estar lo más unidos a este hecho, que no debe pasar de largo en
la vida de ningún cristiano y menos en la de un seminarista.
Nosotros,
como es natural, nos sentimos llamados a vivir la Eucaristía y el mandamiento
del amor que Jesucristo nos mandó en su última cena. Hemos participado en ella
y hemos intentado vivir muy profundamente la presencia de Cristo en su Palabra
y en su Cuerpo, que Él mismo en el Jueves Santo nos ofreció.
Ya
el Viernes Santo nos unimos a toda la Iglesia para conmemorar la muerte de
Cristo y descubrir el rostro de tantos crucificados que hoy siguen sufriendo
también todas las cruces de nuestro mundo (alcohol, aborto, guerra, drogas,
enfermedades, marginación…), por los cuales pedimos y nos comprometimos en
liberar a esos crucificados.
Y el
Sábado Santo por la noche nuestra alegría fue completa, al celebrar la
resurrección de Cristo, el cual nos resucita también a nosotros a una vida
nueva por la fuerza de su Espíritu. También hemos pedido en esta semana
especialmente por la persona del sacerdote, en la que Jesucristo se hace
presente cada día, sobre todo en este tiempo litúrgico y en este año sacerdotal
en el que estamos inmersos.
Aunque
nosotros no hayamos pasado la Semana Santa en el Seminario hemos estado muy en
contacto con nuestro Rector e incluso hemos venido a echar una mano en la Misa
Crismal.
Por último, decir que la Semana Santa ha sido muy especial para nosotros,
porque siendo acólitos, músicos o costaleros, “disfrutamos” de una semana en
familia y en recogimiento, ayudando en todo lo que hemos podido en nuestras
Parroquias y en nuestras casas.
David Ramos Osete.
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