Cuando yo nací comencé mi vida con mi primer sacramento, el Bautismo, y a partir de este mismo día yo fui entrando en la vida de la Iglesia. Poco más tarde hice mi Primera Comunión, un día grande para mí ya que recibía al Señor por primera vez. Más tarde empecé a ayudar como monaguillo a mi párroco hasta que el pasado año recibí el sacramento de la Confirmación.
Mi forma de ingresar en el seminario fue muy fácil, ya que gracias a mi párroco yo pude entrar porque él fue el que verdaderamente me animó, aunque también mis padres también me ayudaron mucho para mi entrada en el Seminario.
Este es mi segundo año en el Seminario Menor “San Juan de Ávila”, y es un gozo poder escribir estas palabras otro año más como seminarista menor. Ha sido un año muy grande, ya que ha sido un año lleno de experiencias nuevas que yo no conocía al entrar en él. En este pasado año mis formadores me han ayudado mucho en mi camino como seminarista, y en todos mis aspectos que yo no conocía al ingresar en el Seminario.
Cada vez me siento más orgulloso de haber podido y de estar viviendo una experiencia tan bonita, como la de estar en el Seminario Menor, ya que aprendes cosas nuevas que tú no sabes y que cada vez más te pueden ir acercando a tu verdadera vocación y a tu verdadero proyecto de vida que el Señor tiene preparado para tu futuro.
Para terminar, quiero animar a todos aquellos jóvenes que no saben qué camino elegir para que entren en el Seminario y puedan descubrir su verdadera vocación, ya que la mies es mucha y los obreros son pocos…
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